15 dic 2011

Carta anónima a Elisa


Como otras tantas veces, esta noche tampoco he podido dormir pensando en ti. Es esa angustia de cada noche la que no me deja conciliar el sueño, ese dolor interior cuando no estoy a tu lado, aunque tú ni siquiera sepas que existo.

Decido coger mis auriculares y escuchar algo animado, la música es lo único que me ayuda en esos momentos y durante un tiempo me olvido de mis penas y de ti, de lo solo que me siento, de no poder verte y a veces, solo a veces, me quedo dormido solo para volver a soñar contigo.

Por la mañana temprano suena ese molesto despertador que a cualquier persona amargaría el día pero a mí no, me suena a gloria, significa que ya queda menos para volver a verte y darle un sentido a mi miserable vida. El camino hasta clase es largo y frio, desagradable en cierto modo pero no me importa, como si es el camino hacia la cima del Everest, lo recorrería una y mil veces si con ello tan solo consiguiera llamar tu atención y te fijaras en mi.

Llego hasta el silencioso pasillo y entro en esa pequeña y vacía clase. Como cada día soy el primero en llegar, me siento y me pongo a hojear mis apuntes con la mirada perdida sin prestarles atención, solo para hacer tiempo mientras te espero. Ya queda menos.

Y por fin, 10 minutos después escucho el eco de los pasos por el largo pasillo y apareces tú, mi luz, mi razón de ser, lo único que me anima a aguantar allí día tras día. Te sientas algunas mesas más adelante, las suficientes para poder mirarte disimuladamente sin que se te des cuenta y entonces sonrío, no una sonrisa picara ni de alegría sino una de esas sonrisas tontas de enamorado que incluso producen rechazo, entonces miras hacia mí y agacho la cabeza descaradamente, seguro que te has dado cuenta de que te miro.

Eso es lo que hago todo el día, mirarte, como ese niño asustadizo que ve a la niña más guapa del colegio y corre a esconderse mientras la mira fijamente, al fin y al cabo como lo que soy. Debería decirte algo pero ¿Cómo?; no soy muy bueno con las palabras, y aunque lo fuera soy demasiado cobarde para poder decirte que te amo. ¿Cómo decirte que tus ojos verde esmeralda son capaces de derretirme el alma? ¿Qué tu dulce y suave voz me sume en la más profunda paz y me tranquiliza? ¿Qué una sola de tus sonrisas es capaz de paralizar todo mi mundo y hacerme olvidar que todo lo de alrededor existe?, simplemente ¿Cómo decirte que no puedo vivir sin ti? ¿Como decirte que te necesito?.

Tengo mucho miedo, quizás porque sé que te perderé y no podré evitarlo. Seamos sinceros: tú eres la princesa del reino y yo el príncipe de los mendigos, la noche y el día, somos agua y aceite,  un ángel como tú jamás se fijaría en un Don nadie como yo, ni yo mismo me fijaría en alguien como yo y no sabría tratarte como te mereces.  

Maldita sea ¿Qué voy a hacer? ¿Por qué tuve que fijarme en ti? siempre me pasa lo mismo ¿Por qué me arriesgaría a enamorarme otra vez solo para sufrir y al final acabar roto de dolor una vez más? Dios, tengo tanto miedo….

Probablemente nunca leas esta carta, no me atrevería a dártela y me odio por ello,  porque te quiero como jamás he querido a nadie y nunca llegaras a saberlo; seguiré lamentándome todas las noches y sumiéndome en el dolor hasta que al final seas solo un lejano recuerdo más.


No olvides que siempre hubo alguien que te amó

 Licencia  Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0

No hay comentarios:

Publicar un comentario