Era un jueves por la tarde como otro cualquiera y además hacia buen tiempo, tampoco tenía nada mejor que hacer así que decidí coger mi abrigo y salir a la calle.
En días así me gusta salir a pasear un rato, darme una vuelta por el paseo marítimo y relajarme con el sonido de las olas y las gaviotas sintiendo la brisa fresca en mi cara. Casi nunca me doy cuenta pero me pongo a andar y a andar y finalmente llego hasta ese banco, el banco donde siendo niño conocí a una persona que, si bien no cambió mi forma de ser, me hizo ver las cosas de otra forma distinta de las que habitualmente se ven, entonces mi memoria empieza a trabajar y me pongo a recordarle.
Se llamaba Antonio Morales, aunque era conocido por todos como “Antonio el loco”…. bueno, eso de conocidos por todos es un decir, creo que muy pocos llegamos a conocerlo realmente.
Antonio era un vagabundo muy singular, siempre iba vestido con uno de esos típicos sombreros de pescador, unas gafas empañadas con la que sus ojos parecían ser más grandes y una gabardina color musgo que le llegaba hasta las rodillas. Físicamente tampoco es que fuera muy agraciado: un tipo bastante delgado con una estatura más bien tirando a baja, una prominente nariz aguileña y una barba despeinada en la que apenas se podía ver donde tenía la boca, pero tampoco quería saberlo ya que cuando reía se podía ver que le faltaban la mitad de los dientes y no era muy agradable de ver.
¿He dicho “cuando reía”? sí, era un vagabundo que no tenia para comer y había tenido una vida de mierda recibiendo palos por todas partes, pero aunque parezca increíble jamás vi gesto alguno de tristeza en su rostro. Recuerdo mi primer encuentro con él cuando tenía yo unos 11 o 12 años, estaba jugando al futbol con mis amigos y chuté más fuerte de la cuenta, la pelota fue a parar a los pies de ese vagabundo y me tocó ir a por ella, así que me acerqué a él y me dio la pelota sonriendo sin ningún problema. Al darme la pelota, me dijo: “toma la pelota niño, no la pierdas, hasta las cosas más insignificantes pueden ser las más valiosas para nosotros”.
Desde ese día me empecé a interesar por su vida y le iba a visitar más a menudo; al principio me daba vergüenza y me quedaba mirándole desde lejos hasta que me veía y me decía que me acercara, pero después acudía a él directamente. Me contaba cosas de su vida antes de ser pobre, me decía que era un importante empresario de una multinacional y que un día se fueron a la ruina y perdió todo lo que tenia (“venga ya”, le respondía yo), que su mujer la abandonó y que no tenía a nadie más en el mundo pero que no le hacía falta, que todas las personas eran sus hermanos y que algunos le daban dinero o comida para sobrevivir y eso le bastaba. Mientras me contaba esas cosas os aseguro que seguía sonriendo y a mí me extrañaba, era como si no echara en falta todo lo que tenía antes, como si fuera feliz solo por el simple hecho de estar vivo.
Os preguntareis por que le apodaban “el loco”: pues bien, no era un simple mote al azar, si le llamaban “el loco” es porque había motivos para ello. En ocasiones se ponía a hablar de noseque conspiraciones del gobierno y demás, que sabía de lo que hablaba porque había conocido a gente cercana a esas cosas, decía que había satélites del ejército espiándonos las 24 horas a cada momento del día y que nadie tenía intimidad. Lo mejor era su teoría de los extraterrestres: no dejaba de repetir que no estábamos solos en el universo, que los extraterrestres habían visitado la tierra en muchas ocasiones y que en una de esas veces él mismo fue abducido por un ovni, también aseguraba que algún día ese ovni volvería para llevarle a un planeta lejano donde no existe el mal y solo hay felicidad y amor.
Muchas veces ayudaba a las ancianas que salían del supermercado a llevar la compra a sus casas a cambio de algo para comer, o lo podías ver haciendo pequeños trabajos para algún vecino a cambio de dinero para ir tirando día a día. Sí, así era Antonio, un tipo muy peculiar que estaba como una cabra y que solo quería que todo el mundo fuera feliz al igual que él, pero si eso significaba estar loco ¿Quién puede culparle? Ojala hubiera muchos más locos como él en el mundo.
En general era un tipo muy querido por todos aunque, como siempre suele ocurrir, había excepciones: recuerdo un día en el que vino una pandilla de adolescentes problemáticos, de esos que se creen los reyes del mundo y empezaron a vacilarle, sin ningún motivo aparente, solo porque su podrido ego les ordenaba atacar a una persona de buen corazón e indefensa para sentirse superiores. Os juro que jamás he visto una cosa igual, resulta que Antonio les pidió amablemente que se fueran y le dejaran en paz pero ya sabéis como es este tipo de gente, pídeles algo para que hagan totalmente lo contrario, así que ni cortos ni perezosos empezaron a empujar al pobre Antonio y cuando le cogieron el gusto directamente empezaron con los puñetazos y patadas, dejándolo en el suelo herido y sangrando.
¿Y sabéis lo que hizo? Jamás adivinaríais lo que hizo, yo al menos si hubiera podido apostar hubiera perdido por mucho: se levantó del suelo, se puso firme delante de ellos y, aun sangrando y dolorido, dijo “muy bien, si esto que habéis hecho os ha hecho más felices, pegadme a mí siempre que queráis pegar a alguien, pero por favor no peguéis a nadie más”. No me lo podía creer, era tal su fuerza de voluntad y amor hacia los demás que no le importaba ser el saco de boxeo de unos matones para que nadie más sufriera. Tras oír aquellas palabras, los adolescentes le miraron con un gesto de incredulidad y desprecio y se largaron por donde habían venido, entonces entre yo y un señor que pasaba por allí le llevamos al hospital a que le vieran. Por suerte solo tenía contusiones y magulladuras pero prefirieron dejarlo en observación toda la noche. Al día siguiente ya estaba otra vez sentado en su banco de siempre, lleno de tiritas y vendas, mirando al extenso mar azul con una enorme sonrisa en su cara.
A partir de entonces lo veía cada vez menos por cosas del instituto y demás hasta que uno de los días en los que pasé por allí me encontré el banco vacio, le pregunté a la gente y todos me decían que no sabían nada, que hacía días que nadie lo veía y que ninguno sabía su paradero. Por aquel entonces pensaba que se había marchado sin mas pero con el paso de los años supuse que la respuesta más lógica era que había muerto de viejo (tenía una cierta edad ya), pero la verdad es que me entristece pensar eso y prefiero montarme mi propia teoría, prefiero pensar que finalmente uno de esos ovnis de los que tanto hablaba le había abducido y se lo había llevado lejos de aquí, a ese planeta lejano donde su sufrimiento por fin terminaría y sería feliz para siempre, a un mundo donde la forma de pensar y de actuar de Antonio era la correcta y que nosotros estuvimos tan ciego para no ver que las personas como el son las que realmente valen la pena y son las que mueven el mundo.
Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0
Descargar "Antonio el loco"
No hay comentarios:
Publicar un comentario